El último vuelo
El 9 de agosto de 2024 una avioneta se estrelló contra Air Liquide, el ex lugar de trabajo del piloto. Aquí se reconstruyen, a partir de testimonios, las horas previas al impacto.
por María Emilia Viglietta, Juan Pablo Rivas e Isabella Bakker*
Juan Manuel Medina (46 años) amaneció el 9 de agosto de 2024 como cualquier otro día, pero no fue una mañana igual. A las 9:39 subió un estado de whatsapp que contenía una imagen de una explosión. Sus amigos y familiares creyeron que era meramente una efeméride, ya que acababa de cumplirse el 79º aniversario de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. A él le interesaban ese tipo de cosas. Sus allegados lo describen como un hombre muy culto y estudioso. Más tarde comprenderán que esa foto contenía un gesto simbólico mucho más profundo.
Medina era un hombre reservado. Según lo describe un conocido suyo, que prefiere mantenerse anónimo, “no tenía drama con nadie”. Siempre atendía muy bien a las personas, los trataba a todos por igual. En su vida privada le gustaba mucho la música y era miembro de una banda, en la que tocaba el bajo. No era mucho de las redes sociales. Lo describen como “bohemio”. Si hay una característica de Juan Manuel en la que todos los entrevistados coinciden es que era un hombre muy meticuloso. En su trabajo era metódico, trabajaba tranquilamente pero siempre cumpliendo las reglas. Conservó su trabajo en la empresa Air Liquide por 14 años, por lo cual, era un trabajador comprometido. Es por eso que la noticia de su despido en marzo del año pasado fue tan inesperada y rotunda para su vida.
Juan Manuel vivía en una casa de pasillo. Delante de él habitaba su hermano mayor, Pablo, con el que era muy cercano. Esa mañana, la del 9 de agosto, armó una mochila con sus cosas y tomó el colectivo que lo llevaba a Alvear, donde se encuentra el Aeroclub Rosario. Al mes de su despido de Air Liquide, Medina volvió a asociarse al Aeroclub, después de años sin frecuentarlo. Se trata de un pequeño club, con no más de 40 socios. La mayoría de ellos se conocen entre sí y, en palabras de su presidente, “se hace con el esfuerzo de los socios”. Según miembros del Aeroclub no se hacía notar ni entablaba muchas conversaciones con nadie dentro de la institución.
Eduardo Lepiscopo, presidente del Aeroclub Rosario, asegura que las medidas para poder volar sin supervisión de un instructor son muy estrictas. Medina tenía licencia de piloto aeroaplicador y de aviador comercial, lo que implica por lo menos 400 horas de vuelo frente a un instructor. Él cumplió con los requisitos, habiendo hecho la readaptación, y obteniendo los pertinentes certificados médicos para una licencia válida de piloto. El médico que emitió estos certificados psicofísicos, Gustavo Oggero, decidió no dar testimonio, debido al secreto profesional.
Al llegar al gran predio del Aeroclub, explica Lepiscopo, Medina saludó al casero que le entregó las llaves del Cessna 152, avión que él previamente había reservado. Medina le dió su mochila con sus pertenencias y se subió a la nave. Se tomó una selfie, que también subió a su estado de whatsapp, con el texto “a los grandes mentirosos”. A las 11:20 despegó. Menos de 30 minutos después ya estaba sobrevolando a una baja altura por barrio Godoy, zona prohibida para volar y donde se hallaba la empresa Air Liquide (Presidente Perón al 7600), su ex lugar de trabajo. Medina era un técnico químico metódico y perfeccionista. Según la fiscalía, disfrutaba mucho de su tarea, siendo apegado a las reglas. Un allegado a él comentó que Juan Manuel creía que su despido tenía que ver con otra cosa y que era injusto. Muchas veces había hablado de vengarse de su encargado, quien lo habría despedido. Sus amigos desestimaron estos comentarios como chistes. La realidad es que el día de su muerte, Medina no levantó sospechas. Le había pedido a su hermano que le armase un currículum para volver al mercado laboral y había organizado planes para el fin de semana. También esa misma mañana había intercambiado mensajes con su exnovia, con la cual, a pesar de haber cortado hacía pocos meses, tenía buena relación.
El ruido del avión alarmó a los vecinos y a los trabajadores que se encontraban en la empresa en ese momento. Se cree que Medina seleccionó un horario en el que sabía que la mayor parte de sus ex compañeros no estarían trabajando o estarían almorzando fuera del galpón donde se realizó el choque. La Junta de Seguridad en el Transporte afirma que el avión bajó deliberadamente en picada para estrellarse contra una de las columnas del galpón donde se encuentran los tanques con químicos volátiles. Galpón donde él solía trabajar. Esto demuestra la intencionalidad del choque, ya que por la trayectoría que puede verse en los videos grabados del hecho se entiende que Juan Manuel no perdió el control del avión en ningún momento. La aeronave además estaba en perfectas condiciones, ya que se le había hecho un chequeo una semana antes.
En el momento de incidente acudió la fiscal Mariela Oliva, que junto con el gabinete criminalístico y el accidentológico realizaron un relevamiento de lo que podría haber sucedido. Además, se llamó al presidente del Aeroclub para testificar. El cuenta que el avión estaba despedazado y que, como si fuese un milagro, el tanque de gasolina había quedado detrás del resto de las piezas. De haberse chocado con alguno de los tanques del galpón, la explosión habría sido trágica, afirmó el director de Protección Civil de la provincia, Marcos Escajadillo, en una entrevista en Radio 2. Alrededor de la zona se encuentran diversas empresas químicas, como lo son Industrias Químicas BG, YPF Gas Envasado y Swylan, entre otras. De haber explotado, estiman los peritos que hubiese tenido un radio de 62 metros de estallido y una zona mínima de evacuación de 900 metros a la redonda.
“Del avión no se recupera un tornillo”, asegura el presidente del Aeroclub Rosario. La destrucción de la nave fue total. Debido al modelo del avión, el seguro no cubre por completo. Si bien la justicia dió como opción al Aeroclub la posibilidad de un juicio para recuperar algo del dinero, el club prefirió abstenerse. Sebastián Carranza, el encargado de prensa del Ministerio Público de la Acusación (MPA), comenta que una vez hecha la autopsia e identificada la identidad del piloto, se contactaron con su familia, cerca de las 5 de la tarde. Las respuestas de todos fueron similares. “Más allá del desencanto de que lo hayan echado, nadie sospechó que iba a hacer algo así”. Debido a la magnitud del caso y que desde el primer momento fue publicado por distintos usuarios en las redes sociales, el tratamiento mediático debía ser meticuloso. “La teoría del caso que tiene la fiscalía es un suicidio, cuando vos tenes un suicidio hay algunas cosas que tenes que preservar, como por ejemplo las declaraciones de los familiares”, explica Carranza.
La toma de declaraciones llevó dos semanas en total, participando su hermano, sus padres, su instructor de vuelo, los jefes de la empresa y ex compañeros de trabajo (Fiscalía afirma que no se entrevistaron amigos fuera del círculo laboral, ya que no lo consideraban necesario) La empresa corroboró que fue despedido en marzo y que toda la indemnización fue pagada. Carranza señala que Air Liquide no inició querella alguna a partir de la investigación. Desde el momento cero, testigos grabaron y transmitieron la escena, viralizando rápidamente el incidente en redes sociales. Para las 12:30 del mediodía, todos los medios cubrían el caso y podían leerse titulares como: “Tragedia en Rosario: una avioneta se estrelló en una planta industrial y el piloto murió. No se registraron otros heridos. La trágica secuencia quedó registrada en video” (Infobae), “Sospechan que la caída del avión en una planta industrial de Rosario no fue un accidente” (La Nación), y “Air Liquide: La Fiscalía confirmó que el piloto se estrelló de manera intencional” (El Litoral). Sin embargo, tras confirmarse que se trataba de un suicidio, el tratamiento mediático cambió de tono, abordando el caso con mayor precaución y disminuyendo su cobertura.
La empresa, al lunes siguiente, retomó la actividad con normalidad y desde un comienzo calificando al hecho como un atentado. Para el miércoles de esa semana ya nadie más habló sobre lo sucedido y la causa judicial se cerró, llevándose la atención de muy pocos. Surgen muchos interrogantes a partir de este caso, pero la respuesta a todas estas preguntas se las llevó Medina. La realidad es que el hecho quedó en el olvido, a pesar de ser un caso único en Rosario, es uno más que se ha perdido en la marea de la sobreinformación.
*Alumnos de Comunicación Periodística de la UCA Rosario, de la cátedra de Periodismo de Investigación a cargo de Germán de los Santos y Andrés Conti.
Qué buena nota!
Un tema con muchas líneas de fuga como para seguir escribiendo.