Modo Avión | En mi oficio o arte oscuro
Otra edición de este newsletter en el que hablamos de lo que hicimos, lo que hacemos y lo que vamos a hacer.
1 En mi oficio o arte oscuro
bajo una luna ruidosa,
cuando los amantes yacen en sus lechos,
llenos sus brazos de desdicha,
en la tranquila noche
conjuro loas a la luz.
No lo hago por ambición o para ganarme el pan
ni para recibir elogios o inflar mi ego
en escenarios palaciegos.
Una recompensa vulgar es todo lo que busco:
tu huidizo corazón.
No escribo páginas efímeras,
desde esta luna que chilla,
para orgullosos cajetillas.
Tampoco canto salmos puros
para muertos testarudos.
Escribo para los amantes, abrazados
al dolor de nuestros días.
Aquellos que no ensobran ni adulan,
ni regalan su atención a mi oficio o arte.
El galés Dylan Thomas escribió este poema en 1945. No está claro si el poeta que escribe en la noche es él mismo u algún otro, ya que parece que Thomas escribía de día y, por otro lado, le interesaba bastante poder vivir de su trabajo como artista a través de ganar dinero. Traigo a colación este poema por lo siguiente: llevamos un par de siglos largos de capitalismo y el concepto de oficio está cada vez más confuso. En mi caso lo tengo bastante claro, el oficio es algo que se aprende con el sistema gremial de la edad media: hay un maestro, hay aprendices y hay compañeros.
2 El periodismo es un oficio con características peculiares. Es un trabajo que para encuadrarse como tal dentro del sistema debe generar ingresos y pagar salarios como cualquier otro. Pero, y acá está el problema, cumple con una misión social muy importante para la democracia moderna, que es ser vehículo del derecho a la información. Este, probablemente, es uno de los derechos más privatizados que existen ya que, si bien el estado tiene un rol importante como garante, quienes se encargan de ejercer el periodismo son mayoritariamente empleados de empresas privadas.
3 Cuando digo que el periodismo es un oficio, me refiero a su sistema gremial de aprendizaje. Es verdad que hoy se estudia en las universidades y eso ha provocado un salto de calidad enorme para la profesión. Pero hay una parte que sólo se aprende ejerciendo. La clave de este proceso es un concepto que tiene muy mala prensa hoy en día: el error. Como en el caso de un albañil, un carpintero o un pintor, es necesario equivocarse para tomar conciencia de la dimensión real del error, afrontar sus consecuencias y así tratar de no volver a cometerlo. Entiendo que es difícil navegar ese momento en el que no hay que tener miedo a mandarse una cagada para avanzar y, al mismo tiempo, evitar la metida de pata. Pero no conozco una manera mejor de aprender algo.
4 Está bueno que haya un maestro que nos señale los errores, mejor aún si lo hace sin maltratarnos. Es lo que pasa -o debería pasar- en la escuela o en la universidad. Pero no hay nada como sentir la equivocación propia en el producto terminado de nuestro trabajo. Para eso HAY QUE VERLO. En el caso del periodismo, ser testigo de nuestros errores ortográficos, sintácticos, morfológicos o de datos impresos y publicados sobre un papel al día siguiente es una experiencia tremenda, se los garantizo. Queda ahí en el papel y no se puede modificar. No hace falta que nadie te lo señale: al principio es un tormento que no te deja dormir, después uno se acostumbra. El ser humano se acostumbra a todo, para bien o para mal.
5 Esto que voy a escribir a continuación no tiene que ver con la nostalgia de un viejo choto por tiempos pasados sino con una cuestión bastante poco discutible: con el advenimiento de los formatos digitales, el error en el periodismo pasa más desapercibido. Fundamentalmente, la sobreabundancia de información hace que sea complejo distinguir un error, una fake news, una opereta, un acento mal puesto o una coma fuera de lugar en esa maraña de palabras, imágenes y voces a la que uno se enfrenta día a día en las pantallas a las somos adictos. Y, en menor medida, la mayoría de los vehículos digitales en los que se carga o se recibe información permiten EDITAR luego de publicar. Es decir, se puede corregir el error luego de cometerlo.
6 Lo que nos gusta -y acá empiezo a escribir en primera persona del plural porque hablo en nombre de los que hacemos Iceberg- del formato de newsletter es que una vez que se envía el mail a los suscriptores no se puede corregir el texto. Es posible arreglarlo en la web y en la home de la plataforma Substack que usamos para enviarlo, pero el mail que ustedes reciben en su casillas de correo electrónico no tiene arreglo. La sensación de ver la cagada escrita y no poder solucionarla es casi la misma que tuvimos la primera vez que se publicó en papel alguna nota nuestra, hace ya muchísimos años, en otro siglo. Y eso está buenísimo.
7 Otra cosa que está buena del formato newsletter es el tiempo que tenemos para pensar y escribir las notas: nadie nos corre. Tenemos una fecha límite pero tener tiempo para pensar y laburar antes de sentarse a escribir es un factor determinante para no decir lo primero que se nos ocurre, para dejar que los hechos decanten antes de jetonear. Creo que ustedes, que nos leen, también valoran eso. Ni hablar de que el formato largo permite explicar la complejidad sin simplificar, algo que hoy no abunda en esta generación scalextric digital con la que convivimos. Porque todavía no se inventó la forma de explicar un proceso complejo en un tweet o a los gritos en un streaming. Y todos los procesos son complejos.
8 Arrancamos Iceberg con un grant de Sembramedia/Google y ya gestionamos las pautas oficiales provinciales y municipales. Para poder seguir haciendo periodismo de formato largo, con tiempo para pensar, sin miedo al error -pero conscientes de la importancia de no cometerlos- y no depender de las pautas públicas ni privadas exclusivamente, necesitamos de ustedes. Pasamos los 900 suscriptores en esta plataforma de manera absolutamente orgánica, sin publicidad y sin lanzamientos mediáticos. Además, gracias a la empresa Pago TIC, ya resolvimos las dificultades para hacer fácil, accesible y seguro el pago virtual de suscripciones y apoyos a través de este link. Los planes disponibles cuentan con opciones de suscripción mensual (Comunidad) y pago único (Amigos). Las personas o entidades que busquen realizar un aporte extraordinario tienen a disposición la opción Mecenas.
En esta nueva etapa empezamos el camino de pedir el respaldo económico de ustedes, nuestras lectoras y lectores, para hacer sostenible en el tiempo este proyecto y poder llevarlo a la siguiente estación, que es poder pagar colaboraciones de periodistas con los que queremos trabajar, armar productos audiovisuales y seguir cometiendo errores para poder aprender más sobre este oficio o arte hosco.
9 La semana que viene vamos a mandarles una nota de Ezequiel Clerici sobre cómo el peronismo santafesino llegó a este estado de situación fracturado en mil pedazos. El 13 de abril arranca un largo calendario electoral con la elección de los constituyentes que van a modificar nuestra constitución provincial. También se hacen las Paso para la categoría de concejales municipales y autoridades comunales. Hay muchas cosas en juego en este comicio -además de la reelección del gobernador- así que nuestra recomendación es que estén atentos. Mientras tanto, nuestra propuesta es usar como calmante de la ansiedad electoral el siguiente video en el que Dylan Thomas recita -en su idioma original y con una voz fantasmal producto de la fritura de la grabación- el poema con el que arranca este newsletter. No es necesario entender inglés, escuchenlo igual y después me cuentan. La traducción de los versos al español rioplatense que se lee al principio de este texto es de Sebastián Bier, así que gracias a él y a ustedes por bancarnos.