Modo Avión | Mi superpoder
Bienvenidos a una nueva edición del newsletter donde hablamos cada vez menos de Iceberg, hacemos algunas recomendaciones y adelantamos el próximo artículo.
1 El precio que paga una compañera de trabajo por telefonía, cable e internet doméstica y la angustia que le produce tener que invertir cerca de un 10 por ciento de su salario en esos servicios –a groso modo, no tengo el número fino de cuánto gana, pero si como me dijo le cobran alrededor de $80 mil pesos mensuales, el porcentaje debería estar en ese rango si tomo el salario promedio que paga la empresa por categoría– me disparó varías ideas y me motivó a escribir este Modo Avión. En mi caso, con un salario similar (no igual) y dependiendo en misma medida de al menos dos de los tres servicios para conectar con otros, organizar mi vida, el trabajo y los tiempos de ocio, siempre invertí el equivalente a una cuarta parte de lo que paga mi compañera, amigos y familiares cuando hago el promedio histórico y lo comparo. Incluso antes de acceder a un plan empresa, como en el que me encuentro ahora mismo. A ese gasto obligado que compartimos con mi colega, ella le suma dos servicios de plataformas de contenidos en demanda que se lo ensanchan. Por mi parte, no pago por cable desde que me independicé. Cada casa o departamento donde viví tenía el servicio habilitado gratis. Esto duró hasta la pandemia, cuando un camión que pasaba por calle Ituzaingó cortó el coaxil de Fibertel que llegaba a mi televisor y puso fin a un hábito que para ese momento había perdido todo sentido, salvo por los canales de deportes. A partir de ese momento, la televisión por cable dejó de ser parte de mi dieta mediática. Pese a esto nunca dejé de ver un partido de Newell’s, noticieros, los mundiales de fútbol, rugby europeo, Premier League o Boxeo internacional desde la comodidad del living. Tampoco me privé de ver películas, series, descargar música, juegos o programas de computadora. Y todo esto lo hice pagando solo por Internet. Hasta ahora no tuve la necesidad de contratar ninguna de las plataformas de contenidos en demanda que hay disponibles en el mercado, pero eso puede cambiar en los próximos años con la llegada de mi hijo, Antonio.
La mayoría de las cosas que detallo siempre estuvieron disponibles en la web y lo normal para cualquier persona que desde los 11 años tuvo acceso a computadoras (1993) y a partir de los 13 a Internet, es conocer de su existencia y donde ir a buscarlas cuando se necesitan. En la web primitiva uno cirujeaba contenidos P2P en foros, chat públicos, canales de mIRC e ICQ. Ahora esos espacios de socialización de cultura se multiplicaron en forma exponencial, aunque la tendencia a la concentración de las búsquedas (por la lógica algorítmica de Google y en breve de las IA) se mantiene en pocos lugares. Reddit, Discord -y antes 4Chan- son referencias que cualquiera identifica pero también los grupos de Whatsapp o Telegram sirven de espacios donde traficar información relevante. Lo que para mí y muchos de mi generación es una operación casi natural de búsqueda y acceso al conocimiento por medio de un pago razonable (el costo que tiene el proveedor de Internet) para quienes son más grandes y los que están por debajo de los 40, ese saber lo equiparan con un superpoder o un pase de magia cuando miran sus gastos fijos mensuales de servicios digitales. Y es ese razonamiento el que funciona como un segundo disparador: cómo puede ser que algo que está al alcance de la mano, que requiere una inversión de trabajo baja y una curva de aprendizaje poco exigente, que cuenta con un precio estipulado relativamente sensato, no sea aprovechado (de forma masiva) por las generaciones que crecieron en los primeros 2000 o nacieron después de 2007.
Las personas que están rondando los 60 tienen a su favor el argumento de que son inmigrantes digitales, nacieron en la etapa previa a la web. Pero para los que siguieron a la mía (nativos digitales) solo se explica por la transformación que produjo la irrupción del teléfono inteligente, la universalización de las apps y -unos años antes- la fundación de Facebook (2004). La nave insignia del imperio que construyó Mark Zuckerberg perfeccionó la centralización de internet al mejorar el modelo de negocios basado en la monetización de nuestros datos conductuales para venta de publicidad. Para lograrlo, las plataformas necesitan que el tráfico de internet, que no es otra cosa que nuestra atención, pase por su infraestructura. El cambio de paradigma que produjo este cisma en la cultura de cómo accedemos y utilizamos Internet es lo que explica cómo un saber popular basado en un pilar fundacional de la web 1.0 (compartir el conocimiento, una Internet hecha por todos, para todos) se transformó en una habilidad de características esotéricas, una especie de magia para iniciados frente a las generaciones posteriores.
No concibo mi vida, ni lo mucho o poco que logré formarme, sin las herramientas que me dio Internet y la experiencia comunitaria de callejear con amigos y extraños. Pasé por la universidad pública y un terciario privado y, si bien lo que aprendí es una parte no menor de mi carrera profesional, no sería la persona que escribe, si no fuese por la variedad de contenidos culturales y la libertad anárquica y descentralizada que, pese a todo, aún conserva Internet en sus profundidades. Durante mi adolescencia y lo que va de mi vida adulta accedí y accedo a cultura y conocimiento de esta manera. Siempre lo hice pagando un precio razonable y sin tercerizar por completo –tampoco me voy a hacer el boludo– mi soberanía cognitiva.
Estas dos ideas: precio razonable y soberanía cognitiva, son parte fundacional de lo que nos mueve a hacer Iceberg a tres tipos que nacieron entre principios de los 70 y los 80. Por un lado es una realidad que sin el aporte financiero de ustedes se vuelve dificultoso sostener el proyecto y la independencia editorial que les proponemos. Pese a eso, y pase lo que pase con esta campaña desvergonzada de financiamiento, no tenemos intención alguna de poner un muro de pago a los artículos del news. Y esto es así justamente porque los tres fundadores compartimos una cultura común que está cruzada por esa Internet primigenia. Por lo que si todavía no tenés una suscripción mensual, te invitamos a que lo consideres. Ofrecemos precios para todos los bolsillos.
El concepto de soberanía cognitiva que desarrolló Juan Ruocco parte de una toma de conciencia del efecto que tuvo sobre las personas/usuarios la contra revolución de las GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple) y su brazo ejecutor: el teléfono inteligente y las aplicaciones. La ruptura de la web como consecuencia del modelo de negocios que surgió de este tiempo nuevo, se sostiene en la atención y la predicción de conductas de las personas/usuarios/consumidores. Objetivo que se logró moldeando una nueva cultura que setea nuestro cerebro en la búsqueda constante de estímulos de recompensa de corta duración. Todos, en menor o mayor medida, estamos cruzados por sentimientos de ansiedad, falta de atención y una lógica de presente constante. Por lo que invertir tiempo y atención por fuera del menú de grasas saturadas que ofrecen Instagram, Tik Tok, Twitter, WhatsApp, Youtube, Google, e incluso los sitios y canales de noticias 24/7, es una forma de recuperar control sobre nosotros mismos. No estoy diciendo que hay que irse a vivir a la montaña ni mucho menos. Simplemente les propongo que pensemos una forma diferente de administrar nuestra atención. Salir del bucle de ansiedad y la dictadura del presente por un rato y de paso ver si con ese tiempo de atención ganado te podés ahorrar un 10 por ciento del salario en cosas que están a tiro de un teclado y dos clics, pagar una suscripción por un news que te plantea estas ideas y volver a callejear solo o con quien quieras.
2 Les tengo que confesar algo, cuando pensamos esta sección me convencí sin mayor dificultad de que todas las semanas alguno de los tres iba a tener algo interesante, novedoso –me río solo mientras tomó conciencia de lo tierno que suena esto–, para contarles sobre el día a día de Iceberg. Bueno, eso no sucedió. Pero cuando eso sí sucede me genera una gran alegría poder compartirlo con la comunidad. ¡Llegaron los pins de Iceberg, gente! Así que una razón más para hacerse suscriptores del proyecto porque el que se sume con un aporte mensual sostenido va a recibir un pin de regalo a cambio (los que ya aportan también recibirán el suyo, como corresponde). Lo que equivale a convertirse en miembro de una suerte de sociedad secreta que se va a reconocer por las calles de Rosario… ¡que digo de Rosario! ¡del país! ¡del mundo!
Por otro lado queremos saludar y darle la bienvenida formalmente a Miguel Roig que está produciendo desde el otro lado del charco perfiles de figuras de la nueva derecha internacional. El último que publicó es el de Marine Le Pen y previamente el de Elon Musk. Es un placer poder leer a Miguel en Iceberg y nos sentimos muy contentos de contar con su pluma.
Seguimos laburando para sumar periodistas al proyecto y nuevos formatos, aunque no a la velocidad que nos gustaría. Así que por favor téngannos paciencia, sigan sumando amigos y comentarios a nuestras redes, difundan el news en sus círculos cercanos y aporten ideas si les pinta.
3 La semana que viene vamos a publicar un perfil de la diputada provincial Amalia Granata. La líder político opositora representa una irrupción novedosa frente a un electorado acostumbrado a una corporación de decisores colonizada por actores y partidos tradicionales. Que sin importar el gobierno de turno o la relación de fuerzas, comparte un mismo código de convivencia que se mantiene inconmovible desde hace décadas. ¿Granata representa un proyecto político que pone en peligro ese equilibrio que abraza a todos o forma parte del sistema para hacerse de una tajada y tensionar cuándo no logra lo que se propone?
La seguimos la semana que viene.