Modo Avión | Se rompió el partido
Otra edición del newsletter en el que escribimos sobre lo que deberíamos hablar en terapia.
1 Hace diez meses, cuando me senté por primera vez a escribir este newsletter, estaba bloqueado. Recurrí a la ayuda de personas de mi entorno, de confianza, para que me tiren una soga. A base de mucho sacrificio, hice un primer borrador y se lo pasé a un amigo editor. Por whatsapp me dijo varias cosas, entre ellas la siguiente: “Lo que funciona mejor, el gran valor del texto es cuando permite que entren ideas o, incluso, opiniones nuevas. Nuevas en el sentido de estar distanciadas de los lugares comunes de los que hablamos todo el tiempo. Mi impresión es que no hay tanto de eso como debería haber”. Y después fue más allá: “Está ese dicho de que cuando los tenistas van perdiendo arriesgan mucho más de lo habitual. Total, perdido por perdido, ya fue. Yo jugaría en ese terreno. Se rompió el partido”.
2 Muy lindas las frases de mi amigo editor. Ahora, ¿cómo corno sacar una idea nueva en este mundo de sobreinformación, donde todo parece haber sido explorado y que habita un loop eterno de estupidez y tragedia? La semana pasada, diez meses después, encontré la respuesta en un reel de instagram que compartió Alan Porcel, periodista de La Voz del Interior, autor del newsletter Máquina Extraordinaria y tutor de este proyecto. Es un clip de la cuenta @louisianachannel en el que varios escritores consagrados dan “consejos” para escribir. A mí siempre me pareció una paja eso, pero no sé por qué seguí prestando atención y, en medio de las boludeces de siempre, aparecen dos escritoras que no leí nunca y probablemente nunca leeré. Lorrie Moore dice algo así como: “Hay que sacarse el deseo de conformar y agradar. Hay que hacer algo raro”. Y después Claire-Louise Bennet completa: “Cualquier cosa que sea rara sobre vos, o rara sobre la forma en que ves las cosas, es lo que deberías hacer”. Y ahí me di cuenta: lo nuevo, lo que está fuera del lugar común, es muy difícil de lograr, pero lo raro está al alcance de la mano. Sí, ya sé que todo es subjetivo pero déjenme tirar de este hilo.
3 Algo raro sobre mí es que siempre, de muy chiquito, tuve miedo a la bomba atómica. Siempre fui consciente del peligro del fin del mundo por causa de una guerra nuclear. Ese temor, en algún momento, se reemplazó por otros más o menos cercanos pero la imagen del hongo nuclear apareciendo en el horizonte siempre estuvo ahí, como espectral compañía. En mi larga postadolescencia leí un libro de Martin Amis que se llama Monstruos de Einstein (1987) y que tiene cinco cuentos y un ensayo sobre la amenaza nuclear. De los cuentos no me acuerdo mucho, pero del ensayo no me olvidé nunca. El título es “Thinkabilty”, que en castellano se puede traducir como “La capacidad de pensar”, y empieza así: “Nací el 25 de agosto de 1949: cuatro días después, los rusos probaron con éxito su primera bomba nuclear y la disuasión estaba en marcha. Así que viví cuatro días despreocupados, que es más de los que tuvieron alguna vez los que nacieron después. No pude aprovecharlos mucho. Pasé la mitad de ese tiempo en una incubadora. Incluso para como estaban las cosas, nací en un estado de shock agudo. Mi madre dice que parecía Orson Wells rabioso. Para el cuarto día estaba completamente recuperado, pero el mundo ya había tomado un camino peor. Era un mundo nuclear”. Cuando Amis habla de disuasión, se refiere a la teoría política de la disuasión nuclear (nuclear deterrence, en el inglés original). La explica de esta manera brillante, mejor que cualquier wikipedia: “¿Cuál es la única provocación que puede traer a colación el uso de armas nucleares? Armas nucleares ¿Cuál es el objetivo prioritario de las armas nucleares? Armas nucleares. ¿Cuál es la única defensa establecida contra las armas nucleares? Armas nucleares. ¿Cómo prevenimos el uso de armas nucleares? Amenazando con el uso de armas nucleares. Y no podemos deshacernos de las armas nucleares porque existen otras armas nucleares”.
4 Acá es donde les propongo apretar el botón de la suscripción paga que aparece a continuación y después seguir leyendo. Tranqui, no va a explotar nada, por eso es verde y no rojo.
5 Seguimos. Es obvio que la escalada en el conflicto en Medio Oriente trae ese miedo de allá al fondo de la mente y lo pone más cerca de la primera plana cerebral. Lo que no deja de ser increíble es la capacidad del ser humano de adaptarse a cualquier cosa y seguir viviendo como si no pasara mucho, como si todo fuese más de lo mismo. Este fenómeno tiene un nuevo neologismo (es redundante, ya sé, pero es a propósito) que lo define: “hipernormalización”. Es un término para la condición en la que una versión falsa o surrealista de la realidad se vuelve tan omnipresente y aceptada que se la trata como normal, inclusive por aquellos que saben que no lo es. La palabra fue creada por el antropólogo ruso Alexei Yurkach para describir la vida en las repúblicas soviéticas durante los años setentas y ochentas. En ese tiempo, todos sabían en la Unión Soviética que el sistema estaba fallando pero nadie imaginaba una alternativa al status quo, así que los ciudadanos y los políticos se resignaban a mantener la pretensión de una sociedad funcional. Con el tiempo, esto se transformaba en la nueva norma y la gente dejaba de simular comerse el sapo para comérselo literalmente y aceptar la farsa como realidad.
6 ¿No les pasa, entonces, de sentir que vivimos en una farsa de sociedad funcional y que ya no importa si nos la creemos o no, ya que andamos escasos de alternativas? Bien, lo que genera eso es una suerte de ansiedad democrática, parecida a la ansiedad nuclear con la que nació Martin Amis (y quien escribe). Sabemos que el sistema democrático capitalista está roto y no funciona como debería, pero no encontramos alternativas. O, peor, las alternativas que nos ofrecen nos dan mucho miedo. Y preferimos creer en la ficción que nos proyectan, que tiene la misma calidad narrativa y actoral que las últimas producciones de Cris Morena. Y el mismo nivel altísimo de surrealismo. Quizás es el momento de darse cuenta que el partido está roto y empezar a jugar al fleje, o a tirar drops y globos. Total, perdido por perdido, ya fue.
7 Bajando de un gomerazo a esta versión local falsa y surrealista de la realidad, este domingo hay que elegir concejales en Rosario con el antecedente de unas primarias abiertas y simultáneas (PASO) donde, en algunas seccionales de la ciudad, votó menos de la mitad de los empadronados, reflejando ya una tendencia a la baja que aborda la nota que escribió Ricardo Robins en el envío anterior de Iceberg. Es comprensible en un contexto en el que, como nunca desde la infame década de los 90, creemos que es imposible sacar los pies del plato del status quo. Una de las versiones de realidad en la que vive nuestro país desde hace años es la del peronismo versus el antiperonismo, con capítulos dramáticos terriblemente letales y otros de un grotesco brutal, de esos que ya no te dan ganas ni de reirte. Martin Amis escribía en el ensayo que se cita en el punto 2 de este texto que el ser humano carece de la capacidad de pensar en un futuro postnuclear, básicamente porque no hay un futuro postnuclear posible. Lo que sí creo que tenemos es la posibilidad de imaginar un futuro que no sea como el presente y que esté por fuera del antagonismo simplificador de gorilas vs peronchos en el que se pretende hacer encajar absolutamente todo: los alineamientos internacionales, la eficacia de nuestro sistema judicial, una elección de concejales o cualquier cosa que se les ocurra. Pero para eso tenemos que animarnos a entrar en un terreno, no ya de lo nuevo -que es muy difícil-, sino de lo raro.