Peronistas somos todos (o ninguno)
El justicialismo santafesino llega a esta elección de constituyentes en un estado de atomización producto de una larga cadena de decisiones y circunstancias externas e internas.

Desde el regreso de la democracia en 1983, el peronismo en Santa Fe se organizó a través de dos vectores: la extinta Ley de Lemas –herramienta electoral que fue reemplazada por las Paso para resolver las internas tribales– en tándem con conductores que se repartieron, a grosso modo, entre los que eran hábiles para la rosca de aislar competidores y los carismáticos de corte conservador popular. El final del liderazgo del dos veces gobernador y exsenador nacional Carlos Alberto “Lole” Reutemann es la piedra angular del fin de ese ciclo. El último caudillo popular que tuvo el Partido Justicialista de Santa Fe (PJSF) del ancient regime modeló un orden que sobrevivió a internas partidarias (propias y ajenas), dos cambios de sistema electoral, tres administraciones al hilo del Frente Progresista Cívico y Social (FPCyS) –bajo el mando del Partido Socialista (PS)–, la reforma del proceso de persecución penal judicial y la malograda gobernación de Omar Perotti. Esa configuración del poder que el Lole le imprimió a Santa Fe tuvo entre sus pilares una Corte Suprema de Justicia de su autoría, con un aceitado olfato para leer los climas de época, y una mayoría justicialista en el legislativo que lo precedía y que se empezó a quebrar en 2015. El fin de la hegemonía en las dos cámaras se sobrellevó con el triunfo de Perotti en 2019, tras la década frenteprogresista, y por el peso del peronismo en el Senado provincial. La capacidad para negociar e imponer condiciones a propios y extraños de los senadores peronistas se sostuvo hasta la llegada del huracán Pullaro en 2023, al frente de Unidos para Cambiar Santa Fe (Unidos). Último elemento para un fin de ciclo que se resistía en llegar.
Perdida la gobernación y la hegemonía peronista en el Senado, con escasa representación de diputados provinciales, con 7 intendentes y 63 jefes comunales de los cuales solo 56 siguen dentro del PJSF– una de las cifras más bajas en la historia del justicialismo–, y en medio de un proceso de reorganización del sistema de poder provincial, es que las tribus peronistas llegaron al congreso partidario de 2024. Con el 13 de abril de 2025 como fecha para la elección de constituyentes, Guillermo Cornaglia, exsenador por el departamento Belgrano y presidente del PJ provincial, convocó a los congresales el 28 de diciembre de 2024 con un temario previamente consensuado en la reunión del Consejo Ejecutivo Provincial, dónde se encuentra la representación de los distintos sectores internos. Los objetivos giraron en torno a establecer el marco de alianzas o la posibilidad de ir con lista de unidad y facultar al partido para la elección de la lista de convencionales ante la imposibilidad de dirimir los lugares de la lista única en una Paso. En esa reunión además se decidió dar intervención al tribunal de disciplina para analizar el accionar de los legisladores de Hacemos (el bloque del exgobernador Omar Perotti) que votaron a favor del proyecto de reforma impulsado por el oficialismo, desoyendo el mandato del PJSF de rechazarlo.
El encuentro sirvió para llevar al acto una serie de venganzas personales y pases de facturas sectoriales que se estuvieron rumiando desde la derrota de 2023. El sector de Marcelo Lewandowski, el Movimiento Evita y el perottismo buscaron imponer la libertad de acción para competir en la elección de convencionales como neolemas del PJ. Los senadores -con Armando Traferri a la cabeza-, La Corriente+ de Agustín Rossi, La Cámpora representada por Marcos Cleri y los intendentes y jefes comunales de Vamos Santa Fe (VSF) -con Pablo Corsalini al frente- querían lista única con reparto de lugares para todos los sectores a través de la negociación interna. El Frente Renovador de Sergio Massa, encarnado en la figura de Diego Giuliano, se mantuvo dentro del grupo que terció por la unidad.
Los problemas empezaron durante las tratativas del Consejo Ejecutivo, cuando se discutió el accionar del bloque de Perotti en la votación que habilitó la reforma. A la tensión que generó la posibilidad de que el ex gobernador fuera expulsado del PJSF se agregó la interna de La Cámpora –encarnada por Cleri, reconocido como autoridad del congreso por el sello cristinista, y Florencia Carignano, junto a María de los Ángeles Sacnun, que reclamaron ese lugar sin éxito– y el pedido de aprobación para ir por afuera en la elección de convencionales. En ese marco de fricción y con una parte del congreso siguiendo el debate y votando en modalidad virtual, se habilitó a la Comisión de Poderes para fijar la política de alianzas y tener una lista de unidad para “las elecciones nacionales, provinciales, municipales y comunales convocadas para el año 2025”. El tema que siguió estuvo referido “a la integración de la lista de Convencionales Constituyentes para la reforma de la Constitución de Santa Fe…”. Es acá, en el punto 8, donde el congreso vuela por los aires. El sector de Lewandowski, el Evita y el perottismo presionaron para ir por afuera sin que se utilice el sello del PJSF y autorizando la conformación de neolemas, mientras que el rossismo, La Cámpora, los senadores y VSF sostenían que la aprobación del punto anterior clausuraba esa posibilidad.
Lo que siguió a continuación es una serie de denuncias cruzadas sobre irregularidades en la votación de los congresales virtuales y pedidos para que se realice un nuevo congreso. Eduardo Toniolli, del Evita, renunció a la vicepresidencia del partido en rechazo a lo acontecido y el perottismo realizó una serie de declaraciones donde hizo saber que estaba dispuesto a impugnar lo resuelto por los congresales ante el Tribunal Electoral de la provincia e incluso judicializar la situación. Del otro lado del río, Cornaglia defendió la legalidad del acto partidario y criticó a los sectores que rompieron para ir por fuera. Por abajo, el rossismo, los senadores, La Cámpora y VSF empezaron una serie de negociaciones con diferentes actores del peronismo para encontrar un candidato de fuste que lidere la lista del PJSF. El principal objetivo: hacerle fuerza a la lista de constituyentes de Pullaro y ganarle a Lewandowski, que había rechazado ser el candidato de la unidad y compite en la elección en acuerdo con Rubén Giustiniani –líder del partido Igualdad y Participación– por la alianza Activemos.
El problema no es perder, es la cara de boludo que te queda
La configuración de poder panperonista santafesino naturalizó desde hace tiempo que cada espacio priorice el juego propio porque al final lo que ordena la unidad son las Paso. Cuando la herramienta de primarias queda descartada para la elección de convencionales, la falta de gimnasia negociadora y un primus inter pares que zanje las disputas internas prepara el escenario para la ruptura que se materializó en el congreso partidario. Con las tribus anémicas de representación territorial frente a la nueva hegemonía de Unidos, un grupo de intendentes y jefes comunales de VSF, liderados por Corsalini, y con Florencia Carignano en el rol de enlace, llevó adelante una reunión con Cristina Fernández de Kirchner (CFK) en el Instituto Patria. La propuesta del grupo era que Corsalini fuera el candidato a convencional provincial por la unidad. La respuesta de la jefa del PJ nacional fue evitar innovar e ir a buscar a Lewandowski, quien había sido candidato a gobernador en 2023.
Personas que orbitaron esa negociación afirman que el senador nacional declinó el ofrecimiento de CFK. Allegados al ex periodista deportivo contaron que la charla con la presidenta del PJ nacional giró en torno a los reparos de Lewandowski de formar parte de un armado en el que participen dirigentes como el senador provincial Traferri, imputado en la causa de juego clandestino como jefe de una asociación ilícita. Según esos operadores, el planteo del senador nacional a la expresidenta argentina incluyó la falta de un proyecto provincial y la necesidad de renovar la dirigencia que conduce el partido en Santa Fe.
El rechazo de Lewandowski a la propuesta de CFK funciona como disparador para reflexionar sobre un universo de hechos previos y circunstancias que condicionaron el margen de maniobra del PJSF para encontrar un candidato propio. Ante esa situación, las tribus que quedaron dentro fueron a buscar al concejal de Rosario por Ciudad Futura (CF), Juan Monteverde, para encabezar lo que hoy es la alianza “Más para Santa Fe”. La negociación la llevó adelante Agustín Rossi con el aval de Traferri, en representación de los senadores, VSF y CFK –La Cámpora se excluyó de la alianza y no presentó candidato propio–. Monteverde aceptó la propuesta después de consultar con su espacio y sus socios del Movimiento Evita y Comunidad y negociar con Rossi las reglas de una campaña que quedó bajo la conducción de su espacio: estética y narrativa CF, estructura territorial provincial PJSF.
El fin de la inocencia
Lo primero que salta a la vista en el análisis es la incapacidad de un partido tradicional como el PJSF para dirimir sus internas a través del ejercicio de la negociación y la persuasión cuando se suprime una herramienta como la Paso. El elefante en el bazar es que debió ir a buscar a un extrapartidario para encabezar su lista de constituyentes y así evitar una derrota frente a Unidos que deje herido de muerte al sello del General Perón en la provincia. La tercerización de decisiones que hacen a la vida institucional de los partidos en el elector común tiene de mínima algunas consecuencias reconocibles en diferentes capas. El hecho de que el ciudadano deba concurrir a votar, por lo menos, en dos ocasiones por cada turno electoral, puede derivar en un agotamiento del votante y erosionar el sistema de representación si este no encuentra una recompensa atractiva en la relación costo beneficio de esa acción. Por otro lado y como ya se mencionó: en organizaciones partidarias pesadas, las primarias abiertas pueden debilitar los incentivos para alcanzar acuerdos internos que, bajo el paraguas de una mayor apertura democrática de sus estructuras, terminan por tercerizar decisiones que hacen a su vida institucional, con el peligro de producir rupturas.
El partido CF, por ejemplo, no está expuesto a este tipo de inconvenientes porque aún no tiene líneas internas que le disputen el liderazgo a la cúpula partidaria. La mesa chica es la que determina los lineamientos ideológicos y establece las estrategias de alianzas que luego sí se someten a votación de la militancia. Para este tipo de estructuras del siglo XXI, dinámicas y con gran capacidad para adptarse al ambiente, las Paso sirven a modo de gran encuesta pública para afinar la planificación de la táctica electoral en la general y negociar mejores lugares en las listas cuando se hacen acuerdos con otras fuerzas. Los frentes electorales con liderazgos fuertes como el de Pullaro en Unidos o Javier Milei en La Libertad Avanza utilizan las internas abiertas en igual sentido: para medir su poder de fuego y ajustar de cara a la general. Todo lo contrario a lo que sucede con CFK en la conducción del PJ nacional, donde tiene cada vez más dificultades para apaciguar las internas y ordenar con su sola presencia. El territorio donde esto se observa de forma descarnada es en la disputa de poder que mantiene con Axel Kicillof por la jefatura del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). El único distrito importante –junto al Senado de la Nación– para una CFK que pasó de ser la dueña indiscutida de la lapicera y el dedo entronizador a tener que tolerar que cualquier dirigente se le pare de manos o le diga que no.
Otro punto que condicionó al PJSF en su derrotero por encontrar un candidato para disputar la elección de convencionales y, en menor medida, en los departamentos provinciales es la Boleta Única Papel (BUP) como se aplica en Santa Fe. El hecho de que sus caras más conocidas eligieron competir por fuera y provengan del departamento Rosario (37,5% del padrón provincial) lo dejó sin opciones de peso por dentro. La jugada para postular a Rafael Bielsa se disipó al poco tiempo de echada a correr la versión. A partir de ese momento terminó de tomar forma la opción Monteverde, que contaba entre sus antecedentes la interna que le ganó a Roberto Sukerman cuando compartieron el espacio Juntos Avancemos por la postulación a intendente en el último turno electoral. Aquel frente que armó el PJSF para competir contra Unidos en 2023 aglutinó a más de una docena de expresiones políticas con eje en el perottismo y el sector de Lewandowski que –luego de un desgastante juego del gato y el ratón por parte de Perotti– terminó como candidato a gobernador de la unidad. En las generales, Monteverde perdió la intendencia rosarina por escaso margen en un mano a mano con Pablo Javkin que fue reelegido alcalde. Esa derrota le permitió al líder de CF posicionarse como el principal opositor del oficialismo. Salió la remera y las zapatillas, entró el saco y los zapatos.
La jugada del PJSF de ir por Monteverde en 2025 solucionó déficits que de otra manera eran insalvables: el primero y más obvio es que el candidato a convencional es un político profesional de la ciudad de Rosario, cabecera del departamento más poblado y con mayor número de electores de la provincia (1.075.513 de un total de 2.861.184). El candidato además mantiene un alto conocimiento público como consecuencia de una construcción política laboriosa a lo largo de 12 años de disputar elecciones e innovadora para los estándares locales de marketing político. El segundo es el hecho, demostrado en las urnas en la interna y las generales de 2023 pero que viene de antes, de que los sectores progresistas que se identifican con el peronismo cristinista son más proclives a votar a CF que a las distintas expresiones del justicialismo rosarino. Algo que también se observa en la conformación del legislativo local, donde CF y sus aliados son la principal fuerza opositora al gobierno de Javkin.
Las negociaciones entre el PJSF y CF suman un dato de color que escenifica las dificultades en las que quedó el peronismo a partir de 2023. En un giro del destino, el renunciado vicepresidente del peronismo santafesino, Eduardo Toniolli, volvió junto a sus compañeros y compañeras del Evita a la estructura orgánica del partido en su calidad de aliado de CF en “Rosario Sin Miedo”. Misma sensación pudo haber experimentado Norma López y Leandro Busatto, que en 2024 dejaron La Corriente para integrarse con Comunidad a la estructura política de la centroizquierda rosarina.
Si las Paso funcionan como una herramienta que permite que los partidos adultos se desentiendan de su vida interna, la BUP cruza todo el espectro con su capacidad para erosionar las instituciones políticas. En Santa Fe, y en Rosario en particular, le ha permitido a todas las agrupaciones que compiten en elecciones desde 2010 llevar figuras públicas sin formación ni antecedentes políticos. Germán de los Santos, en un artículo para La Nación, hizo un repaso de los periodistas que saltaron a la política local y que competirán en la convencional constituyente del 13 de abril. Los que provienen de la televisión como Juan Pedro Aleart (LLA), Ciro Seisas (Unidos), Marcelo Lewandowski (alianza Activemos) y Amalia Granata (Somos Vida y Libertad que integra la Coalición Cívica), cada uno en su instancia, competirá en la constituyente contra un militante o dirigente político profesional que, salvo contadas excepciones, mantienen un nivel de conocimiento menor entre los votantes santafesinos.
Si los números de las encuestadoras locales que están dando vueltas no están operados y se da la chance de una elección competitiva entre Aleart y Seisas por el convencional del departamento Rosario, las especulaciones de cara a 2027 se pueden empezar a espiralar. En ese escenario de tercios imaginario (LLA, Unidos, CF y PJSF juntos), la carrera por la intendencia rosarina puede terminar con un ex periodista al mando de la tercera ciudad de Argentina. Un golpe difícil de digerir para el militante y los políticos y políticas de carrera.
Lo personal es político
En lo que va de una campaña de baja intensidad para lo que será una instancia histórica como es una reforma constitucional después de 62 años, la serie de encuentros y desencuentros que tuvo que atravesar el PJSF desataron por lo bajo rumores y especulaciones de todo tipo. Uno de esos trascendidos sugirió que las candidaturas de Lewandowski y Sukerman estuvieron alentadas por Pullaro en acuerdo con Perotti. Este tipo de rumores, difíciles o imposibles de corroborar o descartar, enturbian futuros procesos de reencuentro, exacerban los sentimientos conspiranoicos de los politizados y obturan la posibilidad de pensar que decisiones de este tipo pueden estar cruzadas por emociones primarias más que por un plan maquiavélico.
Si se acepta esta posibilidad y se comparte el escenario hasta acá puesto en perspectiva, se puede especular con que lo que llevó a ambos actores a ir por afuera, tal vez estuvo motivado por un deseo de revancha contra dirigentes que sienten que les jugaron de forma desleal en procesos anteriores o los ningunearon. Si bien desde la vereda de la unidad se negaron taxativamente deslealtades o mezquindades durante la negociación, lo concreto es que quien lidera la nómina más atractiva de la elección constituyente por el PJSF es Juan Monteverde de CF.
Las chances que se le abren a la dirigencia de CF para conducir nuevos procesos electorales con el peronismo en segundo plano pero aportando la logística de un partido con locales partidarios y militantes en toda la provincia son para considerar. Resistencias no van a faltar, frente a una posibilidad tan disruptiva como esta para el sistema político de la provincia. Pero si los dirigentes del PJSF siguen perdiendo representación y el acceso a los recursos que eso produce y no generan liderazgos entre sus filas que dialoguen con la época, con la vocación de imaginar y desarrollar una idea de futuro para Santa Fe, desde Santa Fe y por santafesinos, el panorama se puede resquebrajar aún más que este presente.
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