Rosario, 1925: el origen del mito
¿Para qué sirve festejar el aniversario de una ciudad? Vamos cien años atrás con la investigadora Gabriela Couselo para tratar de responder esa pregunta.
Este es un plano de Rosario en 1853, atribuido a Timoteo Guillón:
Y este es otro de la ciudad de 1927:
En el medio, es evidente, pasaron muchas cosas.
De unos 8 mil habitantes a mediados del siglo XIX a más de 400 mil en 1925. De la nada misma a segunda ciudad del país en menos de doscientos años. De aldea a villa, de villa a ciudad, de ciudad a puerto, de puerto a metrópoli. Sin fundación, sin planificación, sin ser capital de nada. Un despelote de ideologías, culturas y lenguajes. Eso era Rosario en 1925. Y a alguien se le ocurrió que era el momento de festejar el Bicentenario de la ciudad.
“¿Por qué se empieza a discutir esto y cuál era el momento de la ciudad?”, le pregunto a Gabriela Couselo, doctora en Historia por la UNR y docente en la carrera de Historia y en la de Gestión Cultural. Gabriela publicará pronto un libro, fruto de su tesis doctoral: Rosario y el Monumento Histórico Nacional a la Bandera. La ciudad y la representación del pasado nacional entre 1872 y 1957. Sus temas de investigación son los usos del pasado, las representaciones, las conmemoraciones y las relaciones que las sociedades establecen con el tiempo.
Me responde lo siguiente:
-A nivel político el momento era un poco inestable, más que nada en la relación de la intendencia local con el gobierno de Santa Fe. Tenemos que entender 1925 a partir de algo que había pasado en 1923, cuando se festejaba el centenario de la declaración, por parte del entonces gobernador Estanislao Lopez, de Rosario como “Ilustre y Fiel Villa”. Y ahí aparece la figura de Calixto Lassaga, un político e historiador, en realidad un aficionado a la historia, que venía con estas preocupaciones desde fines del siglo XIX. Había participado de una primera comisión para indagar el sitio histórico donde se había izado por primera vez la bandera. Entonces él dice algo como que “las sociedades también viven de su pasado” y que era necesario pensar una conmemoración para Rosario. Otra cuestión importante es que en 1921 se hizo una reforma constitucional provincial que había generado bastante polémica, sobre todo por la intención de separar a la Iglesia del Estado, y que no entró en vigencia porque fue vetada por el gobernador Enrique Mosca por cuestiones formales. Toda la primera mitad del siglo XX fue de profunda inestabilidad a nivel político. Lo cierto es que se demuestra esta percepción de Lassaga -que va a tener momentos más cercanos o menos cercanos a la intendencia o al Concejo- de la necesidad política de tener una celebración. En general, cuando tenemos centenarios, bicentenarios, etcétera, esto se suele denominar como usos políticos del pasado. Tenemos un presente que necesita celebrarse y se va hacia el pasado a buscar algún acontecimiento que explique, en el caso de Rosario, el crecimiento y esta transformación en una urbe tan importante en este momento a nivel nacional. Esto no es una novedad, había pasado lo mismo a nivel nacional con el Centenario de Mayo. Y sigue sucediendo, ¿no? Sucedió también en el Bicentenario de Mayo.
-¿Cuánto pesaba en estas decisiones la rivalidad de Rosario con Santa Fe?
-En los documentos que yo leí no se menciona la rivalidad con Santa Fe. Lo cierto es que Rosario en general fue construyendo su identidad no tanto a partir de esa rivalidad con Santa Fe, sino proponiéndose como la excepción: una ciudad excepcional, sin fundador, que por su propio esfuerzo llegó a ser lo que es. Entonces, ¿qué tiene que ver con el esfuerzo de sus habitantes, con la capacidad de generar negocios, de instalarse, de crecer? La rivalidad con Santa Fe se vivenció en algunos momentos de mayor o menor manera, de acuerdo al modo en que los gobiernos provinciales acompañaron ciertas intenciones de crecimiento de la ciudad, pero hubo momentos de mucha sintonía. Por ejemplo, una intendencia muy notable, que fue la de Luis Lamas, a fines del siglo XIX, estuvo acompañada por el gobierno provincial. Esto lo estudia Mario Glück, un historiador que también se encarga de la figura de Lassaga. Esa sintonía le permitió a Lamas llevar adelante obras de infraestructura que marcaron el desarrollo de la ciudad, pero también de la identidad local, como el Parque Independencia o las obras del puerto en 1904, e inclusive tuvo la intención de construir un monumento a la bandera. Lo cierto es que hubo una intención desde Rosario de marcar esta excepcionalidad, tratando de emparentarse (esto es un punto de vista más personal) más con Buenos Aires que competir con Santa Fe. En todo caso Santa Fe era como la ciudad antigua y Rosario sería lo moderno. No hay un pasado colonial, entonces cómo transformamos eso en algo positivo en lugar de negativo.
-Esta iniciativa de Lassaga es un poco contradictoria con esa idea, ¿verdad?
-Lo que muestra 1925 es que más allá de las disputas por decir si efectivamente existió Francisco de Godoy o si fue el fundador de Rosario, es que hay cierto consenso respecto de que tenemos un pasado pobre y un presente glorioso. Va a quedar instalada esta idea de la ciudad hija de su propio esfuerzo porque inclusive la figura de Godoy no va a ser tampoco recordada como la de un benefactor. Ahí Natalia Milanesio, que hizo su tesis sobre este debate, lo que muestra es que Godoy se presenta en todo caso como un primer vecino. Se desdibujan las figuras políticas, las que pudieron haber acompañado e impulsado el crecimiento de Rosario, que tranquilamente podría haber sido Urquiza o Mitre. Ni siquiera aparecen ellos en las fechas que son propuestas para la celebración del bicentenario.
Lo que se debatió desde finales de 1924 hasta bien entrado 1925 es la existencia de la figura de Francisco de Godoy y un grupo de calchaquíes que llegaron a la zona en 1725 para poblarla, huyendo de los ataques de indígenas a la ciudad de Santa Fe. Lo único que respalda esta versión es un texto del historiador aficionado Pedro Tuella, publicado en 1802 en El Telégrafo Mercantil, basado en testimonios orales de pobladores de la pequeña aldea. Hubo otras varias hipótesis y muy pocas fuentes, que se basaban en la llegada de este primer poblador, de un fundador, del primer nacimiento inscripto en la parroquia, de la creación de un curato, de la erección de la capilla en torno a la imagen de la Virgen. Finalmente, la fecha del festejo la determinó el historiador católico y concejal Antonio Cafferata y pasó al primer domingo de octubre, día de la Virgen del Rosario, aunque el conservador Lassaga también había propuesto el 27 de febrero, día de la creación de la bandera.
“Hubo como dos debates”, explica Couselo: “Primero por el año: si debería ser 1725 o 1716, porque ya se sabía de un primer debate sobre este tema, en 1902, que había población en la zona desde que a Luis Romero de Pineda le otorgan esta franja de tierra entre los arroyos. Entonces, en todo caso sería decir: ¿qué es lo que vamos a celebrar? ¿El primer fortín, la primera iglesia, el primer oratorio? Se busca entonces institucionalmente avalar esto. ¿Cuáles son las instituciones disponibles en ese momento?: el archivo histórico provincial, el archivo histórico nacional y la Junta de Historia y Numismática americana. Pensemos que es un momento de la historiografía donde no tenemos historiadores profesionales como los que entendemos ahora. Eran algunos con título de abogado, aficionados a la historia y lo que tenemos es esta Junta de Historia y Numismática, que luego sí se va a transformar en la Academia Nacional de la Historia. Pero en este momento todavía se están disputando los relatos sobre el pasado. En cualquier caso, los que tenían acceso a los documentos dijeron: "Bueno, no hay nada, no hay ningún documento”.
-Incluso mandaron a buscar documentos a España y no encontraron nada..
-Exacto. La idea es decir, bueno, está bien, nos ponemos de acuerdo en que hay que celebrar porque nos conviene, es un planazo. Lassaga, y por eso es interesante su figura, es como un promotor de la memoria, como llama a estos personajes Glück. Alejandro Eujanian también tiene otro texto donde plantea algo parecido respecto de los historiadores provinciales. Son aquellos que entendían que el pasado podía tener algún efecto sobre el presente. Si bien no están necesariamente vinculados a la política, aparecen como personas que van a tener en diferentes momentos esta intención de traer el pasado al presente, porque pensaban que eso podía tener cierta utilidad. Entonces, Lassaga no solo va a quedar identificado por el momento del bicentenario, sino que después va a participar también en la definición del Día de la Bandera, el 20 de junio.
-¿Y qué uso político va a tener esta idea?
-Esta iniciativa que comienza con Lassaga -después le va a pasar algo parecido con el Día de la Bandera- va a ser tomada por la política. Cafferata, un edil de Rosario pero también aficionado a la historia y profesor, va ser el que tome esta iniciativa y diga: "Bueno, yo me voy a poner del lado de Lassaga. Finalmente tomemos a Francisco de Godoy pero rescatemos de él que fue el que inauguró el oratorio de la Virgen”, para tirarlo más para el lado de la iglesia. También es raro para una ciudad como Rosario, que en general siempre se propuso como una ciudad secularizada, más laica. En cualquier caso, lo que hace Cafferata es resolver la cuestión en dos sentidos. Por un lado, que finalmente el año sea 1725. Si ya estamos en 1925, aprovechemos, para qué vamos a esperar a 1930 (bicentenario de la creación de la Parroquia de los Arroyos), por ejemplo. Y resuelve también el tema del día. Lassaga había propuesto dos conjuntos de fechas: el 27 de febrero, que era el día del primer izamiento de la bandera. Muy interesante elección que pone a Manuela Belgrano en el centro. Otros habían propuesto el 3 de febrero por la batalla de San Lorenzo en 1813, lo que ponía a José de San Martín en el centro de la escena. Indudablemente, ya desde fines del siglo XIX, San Martín y Belgrano son las dos figuras ineludibles del panteón de héroes nacionales. Y después había otras fechas más vinculadas con la creación de la primera municipalidad en 1860 o la declaración de Rosario como ciudad 1852. Lo cierto es que no había acta de fundación. Si no tenés el documento que te dice que hubo una fundación, que hubo un fundador y que hubo un día, bueno, lo tenés que inventar. Acá viene la parte práctica y lo interesante de estas cuestiones en que los historiadores reflexionamos cuáles son esos usos del pasado. Finalmente Cafferata dijo: el 27 de febrero ya pasó, no tiene sentido. Si la iniciativa empieza en marzo, tomemos una fecha de acá para adelante. Entonces ahí aparece la idea de que sea el primer domingo de octubre y que luego ese día se va a cambiar: el primero cayó el 4 de octubre y luego se va a cambiar al 7 de octubre, la conmemoración de la batalla de Lepanto, donde la Virgen aparece ahí como como protagonista de ese evento. Hay que traer el contexto internacional que mencionamos antes: la Revolución Rusa y esta reacción del catolicismo en un contexto adverso, donde hubo una discusión por la reforma constitucional que intentó poner a la Iglesia en un lugar también más alejado de las decisiones políticas. Por otro lado, siempre es bueno que las fechas conmemorativas caigan en el calendario escolar. De hecho, de los festejos participaron escolares, que era una tradición desde 1870 en Argentina.
-¿Antes de ese momento se festejaba el día de Rosario? ¿La ciudad tenía algún tipo de conmemoración?
-No tenía conmemoración. Tampoco tenía día de la bandera, que después va a terminar opacando al día de Rosario. Pero eso va a suceder recién en 1938, después se va a consolidar mucho más con la inauguración del Monumento de la Bandera en 1957. Pero previo a eso no hay un día de celebración de Rosario. Sí tenemos un calendario litúrgico nacional muy instalado, que es el 25 de mayo y el 9 de julio. Lamas había intentado en 1898 que se construya un monumento a la bandera y dice: "La piedra fundamental la tenemos que ubicar en algún momento entre mayo y julio”. Hay una percepción de que se empieza a construir un calendario nacional y es necesario incorporar una fecha propia. El 27 de febrero siempre fue una fecha incómoda en este sentido porque es verano, no hay clases y hace mucho calor.
-Había una necesidad también en la época de celebrar el presente de Rosario.
-Ese es ese es el objetivo. El consenso más fuerte es: somos una ciudad que ha crecido más de lo previsto. No teníamos este destino de grandeza y lo construimos nosotros, lo tenemos que celebrar. Como todo festejo es una oportunidad para una puesta a punto de la ciudad también. Eso sí se ve claramente ahora con la intención de festejar el Tricentenario, buscar en el festejo la ocasión de poner a punto a la ciudad, de llevar adelante las obras que faltan. En el Centenario de 1910 había pasado lo mismo.
En Historia de Rosario, de Juan Álvarez, publicada en 1943, hay un párrafo muy simpático dedicado a los festejos del Bicentenario de la ciudad, que reproduzco por completo: “A mayores festejos daría lugar en 1925 la conmemoración del presunto segundo centenario de la urbe. El dos de octubre entraba al puerto una flotilla de guerra compuesta por los buques Almirante Brown, Jujuy, Paraná y La Plata. (El presidente) Alvear llegó al siguiente, en tren escoltado por aeroplanos; y acto seguido comenzaron las ceremonias. Te Deum, banquete, representación en La Ópera del poema "Raquel", fuegos de artificio en diversos barrios, colocación de piedras fundamentales para una gran estación ferroviaria y el edificio del correo y el stadium municipal y la Sociedad protectora de la mujer y la Clínica del trabajo y la colonia de vacaciones de Carcarañá y el monumento a Rivadavia y el museo de ciencias y artes y una nueva sala en el hospital Rosario... El presidente de la república, sofocado, resistíase a colocar tanta piedra. Mostrósele el camarín de la Virgen, joyita arquitectónica, complemento final de otras reformas llevadas a cabo en la iglesia matriz por el piadoso celo de monseñor Nicolás Grenón durante larguísimos años de curato; los residentes franceses donaron al municipio una artística escultura; los españoles y los belgas, sendas fuentes; el Jockey Club, la Diana del rosedal; los ferroviarios, honraron con una placa la memoria de Stephenson, inventor de las locomotoras; hubo acto inaugural de la nueva casa del colegio San José, y bailes en el Jockey, y el Club Uruguayo, y el Italiano, y el Español; y carreras en el hipódromo, y torneos de ajedrez, ciclismo, foot-ball, regatas, tennis, atletismo y boxeo; y gran desfile de rodados, y concentración de aeronaves, y actos públicos y conciertos en la biblioteca del Consejo de mujeres y en dos escuelas normales y en el Colegio nacional y en El Círculo y en la Biblioteca Argentina, donde recibieron su diploma los nuevos ingenieros; y magno desfile escolar, y reparto de víveres, ropas y medallas; y jura de la bandera, colocación de varias placas recordatorias, revista naval con bronco retumbar de artillería, y luminarias tendidas en forma de inmenso pabellón patrio, y gran procesión cívica, cerrando los festejos, que duraron diez días. No sé si olvido algo. ¡Y todo esto, conmemorando una fundación imaginaria!”.
-Gabriela, este furor por festejar la ciudad ¿tuvo su correlato en años posteriores?
-Me da la sensación que queda como desdibujado y que, en realidad, la fecha que va a quedar identificada con Rosario va a ser el 20 de Junio, que surge en 1938 y que sí va a ser desde el comienzo algo muy popular. Esta fecha de octubre va a quedar más vinculada con el año 1925, con ese momento del Bicentenario y el Camarín de la Virgen en la Catedral.
-¿Y el debate sobre el origen de Rosario continuó en el tiempo?
-Continuó un poco después. Juan Álvarez en Historia de Rosario toma una suerte de partido ahí. Álvarez ya tenía gestos de historiador profesional, no sólo trabajaba con documentos sino que también leía lo que se había producido. Lo que hace es una crítica historiográfica a lo que había hecho Lassaga, pero también por elevación contra los Anales de Rosario, porque él tiene una discusión con Gabriel Carrasco que recupera ahí los escritos de Eudoro Carrasco. Pero bueno, este tipo de discusiones van a ser recurrentes en Rosario porque al haber un consenso de que no hay un pasado glorioso, pareciera que hay que inventarlo. Entonces ¿dónde lo ponemos? Ahí está esa disputa. Es el 27 de febrero de 1812, pero entonces ¿quién participó de Rosario? Cada tanto se va a volver a ver quiénes eran los rosarinos que habían estado presentes. Esas discusiones van a volver y finalmente lo que distingue una postura de la otra es el gesto del historiador. Si te vas a basar en lo que dicen los documentos o vas a tomar una tradición. Honestamente, yo no tengo ninguna postura ética al respecto. Lo interesante es pensar de todas maneras cómo se consolidan esos relatos sobre el pasado. No tiene mucho sentido la discusión de si es verdad o mentira, interesante es analizar por qué lo hacen. Esto es lo que habilita también el Tricentenario. Ya está saldado: el acta de fundación no existió. Bueno, ¿entonces por qué lo hacemos? ¿Por qué se hizo en 1925? ¿Por qué se hace ahora?.